sin quererlo.
Maldita la hora
en que caíste sobre mis brazos.
Maldita la luna
que completaba las sombras de tu cara.
Maldito el frío
que te hizo acercarte a mí.
Maldita la nieve
del espejismo de tu bola de cristal.
Maldita tu risa
que tengo ancorada en mi memoria.
Maldito tu ser y tu presencia,
prueba incómoda de mi mortalidad.
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